Daniel M. Méndez
Rodríguez es egiptólogo. Es subdirector del
Proyecto dos cero nueve, la Misión Arqueológica de la Universidad de La
Laguna para el estudio y restauración de
la tumba 209 (Luxor, Egipto). Además es epigrafista, es decir, se encarga de investigar
las inscripciones y relieves, en varios equipos: en el Proyecto Tahut, que documenta y estudia los graffiti históricos y
las inscripciones y relieves del templo de Debod (Madrid); y en la misión
egipcio-norteamericana del South Asasif
Conservation Project en las tumbas de Karajamani, Irtieru y Karabaskeni
(Luxor, Egipto). A pesar de su orientación fundamental hacia la Egiptología,
también ha realizado algunas aportaciones en el estudio del mirlado o momificación
de los aborígenes o indígenas del archipiélago canario.
1.
Su tesis doctoral se titula: Las
divinidades egipcias de las Querut. Edición, transmisión y análisis
iconográfico de la Recitación de las Doce Cavernas. De manera resumida,
¿cuál es objetivo de este trabajo?
El objetivo principal de la
investigación es realizar la edición y el estudio de la transmisión de un texto
egipcio antiguo, el Libro o Recitación de las Doce Cavernas. Se trata de una obra cosmográfica consistente
en una letanía de dioses a los que los egipcios hacían ofrendas con vistas a
conseguir a cambio una serie de beneficios. Son unas deidades con una
iconografía muy particular y que según la concepción egipcia habitaban las
cavernas (querut, en egipcio) del
Mundo Inferior, que eran atravesadas el dios sol Ra en su barca en su recorrido
nocturno. Este texto religioso gozó de una utilización de más de mil años y se
fue desarrollando y difundiendo por Egipto y modificándose localmente a lo
largo del tiempo. Fue utilizado en distintos rituales en los templos pero
también como guía para el Más Allá acompañando al difunto en su ajuar (como
papiro, en las propias vendas de su
momia…). Lo importante como conclusión es obtener una visión diacrónica del uso
y adaptación de este libro a lo largo del tiempo con vistas a valorar más
apropiadamente desde el punto de vista religioso a estas deidades cavernícolas.
2.
Sabemos que junto al Dr. Miguel Ángel Molinero Polo ha realizado cursos de
introducción a la lengua egipcia en escritura jeroglífica ¿Qué particularidades presenta esta
escritura frente a otras de la antigüedad?
Sí, efectivamente he sido docente en
varios cursos no sólo de introducción sino de varios niveles de lengua egipcia
clásica en escritura jeroglífica que han sido coordinados como mencionas por el
profesor titular de Egiptología de la Universidad de la Laguna Miguel Ángel
Molinero. En la actualidad, de forma independiente a esos, estoy realizando
cursos de introducción de forma online organizados por el CIEMAD (Centro
Internacional de Estudios Multimedia en Arqueología de Madrid).
La lengua egipcia se inserta en las
llamadas lenguas camitosemíticas o afroasiáticas y, al igual que lo que ocurre
de forma genérica con la cultura egipcia antigua, combina elementos del Oriente
Próximo y otros africanos desarrollándose de forma particular. Su amplia
duración en el tiempo durante milenios conllevó además variaciones que se
conciben como fases de la lengua (egipcio antiguo, clásico, neoegipcio,
demótico y copto). Por otro lado, no sólo se utilizó un solo sistema de
escritura sino varios, algunos de los cuales de forma simultánea en algunos
períodos: jeroglífico, hierático, demótico y copto. Evidentemente, de estos
sistemas de escritura el más conocido –y a través del cual se comienza el
aprendizaje de la lengua egipcia– es el jeroglífico. La escritura jeroglífica –llamada
en egipcio “Palabras del dios”– goza de una serie de características que la
convierten en algo muy particular: su absoluta integración en las
representaciones pictóricas en una relación de complementariedad absoluta, la
versatilidad en cuanto a las direcciones en las que podía escribirse (de
derecha a izquierda y de izquierda a derecha, y en líneas o en columnas), o su
carácter mágico allí donde se representase. En este último caso, hay ejemplos
en los que los signos que representaban animales no eran escritos de forma
completa para evitar que revivieran y perturbasen al difunto.
3.
Al leer el título de su libro Momias,
xaxos y mirlados, las narraciones sobre el embalsamamiento de los aborígenes de
las Islas Canarias (1482-1803), nos genera la siguiente pregunta: ¿Cuál es
la diferencia entre una momia, un xaxo
y un mirlado?
4.
Podría ser muy descabellado pensarlo, pero hay personas que creen que las
momias de Canarias son iguales a las de Egipto ¿A qué se debe esta confusión?
¿Podría decirnos cuáles son sus principales similitudes y diferencias?
La confusión, cuando la hay, seguramente
se debe al continuo paralelismo que se hace entre ambas prácticas funerarias,
muchas veces no sólo sin un objetivo de clarificar las diferencias de estas
prácticas, sino además se intentan destacar sus posibles similitudes fruto de
distintas causas. Por ejemplo, debido a una tradición historiográfica concreta,
como ocurría en el siglo XIX con el difusionismo, que pretende ver en la
costumbre canaria una versión posterior adaptada de la momificación surgida en
Egipto. Relacionada con esto hay quienes han pretendido “ensalzar” –como si
fuese algo que se necesitase hacer– a las culturas indígenas del archipiélago a
través de su relación con otras del Mediterráneo (como fenicios o egipcios) a
las que creo que hay quienes consideran superiores o portadoras de un mayor
prestigio. Esto me causa personalmente una sensación combinada de rabia y
tristeza. Parece que no podemos valorar la historia o las costumbres de los
aborígenes de las islas si no a través de la comparación con el exterior. No
solamente ocurre con la momificación o mirlado, sino también por ejemplo con
todo el fenómeno de las morras, majanos o molleros, es decir, esas estructuras
de piedra que se realizaban con el objetivo de despedregar los campos para su
cultivo. A pesar de haberse llevado a cabo excavaciones arqueológicas que evidencian
que fueron construidas en el siglo XIX (como ocurre con las de Güímar en
Tenerife) se continúa utilizando el término pirámide para designarlas e
introduciéndolas en un discurso expositivo difusionista. Lo peor es que no se
valoran al haber sido obra de los campesinos, lo que considero un tremendo
error, pues considero que su valor patrimonial en cuanto a su importancia es el
mismo a pesar de la diferencia cronocultural de su origen. Evidentemente por
tanto hay muchas ocasiones en las que hay claros intereses económicos por
vender un producto (ya sea la entrada a un parque etnográfico o un libro) que
utilizan como reclamo la atracción que mucha gente tiene por el mundo egipcio.
Me parece positivo cuando se realizan
comparaciones entre ambas prácticas de momificación si se hace con vistas a
obtener una serie de conclusiones claras. En mi libro, cuyo título antes se ha
citado, comparo los textos que narran sobre la momificación egipcia con los que
describen el mirlado canario. Lo hago, no con un afán como los que he citado
anteriormente, sino porque he averiguado que los autores clásicos que
escribieron sobre la práctica en Egipto (Heródoto y Diodoro Sículo) son
consultados e influencian a aquellos otros escritores que narrarían la
costumbre de las islas Canarias, sobre todo a partir del siglo XVIII, en
distintos aspectos. Estos autores, como por ejemplo Viera y Clavijo, al
realizar dicha comparación va a introducir en su descripción elementos foráneos
que nunca formaron parte de la tradición escrita anterior del archipiélago (como
la sal, al modo del natrón egipcio; o la división organizativa del trabajo de
los encargados de mirlar los cuerpos). En cambio, hay publicaciones que
pretenden hacer divulgación y el resultado final resulta provocar una mayor confusión.
Hay que plantear claramente las hipótesis que uno defiende y los argumentos que
nos han llevado a pensarlo.
Me preguntabas sobre las similitudes y
las diferencias de ambas costumbres funerarias. Evidentemente la similitud
fundamental es el objetivo de ambas: el preservar de forma artificial los
cuerpos de la corrupción. Las diferencias son considerables: desde los métodos
empleados hasta las sustancias utilizadas. Me han llegado a comentar que en
este último caso las sustancias se adaptaban a la particularidad geográfica de
ambas realidades. Pero esto tampoco es así. Por ejemplo, en el caso de
Canarias, los indígenas utilizaban manteca de ganado menor (ovicápridos), o
juncos (en Gran Canaria) y pieles –para el amortajamiento– que también poseían
los egipcios y que no parece que lo hayan utilizado. De igual forma, los
egipcios utilizaban natrón para desecar los cuerpos, y ya Viera y Clavijo
afirmaba que en las cumbres de Tenerife se encontraba esa misma sustancia, pero
hasta el momento no se ha documentado su utilización en el mirlado de los
guanches.
5.
Entonces, ¿se podría decir que ambas prácticas son independientes?
Desde mi punto de vista considero que el
mirlado de los aborígenes no procede directamente de una evolución de la
momificación egipcia. Lo que sí que creo es que ambas prácticas pueden tener un
origen común, anterior a las dos, en el norte de África. Es decir, que pudiera
haber existido un sustrato cultural africano que explicase el surgimiento de
esa costumbre, y que posteriormente ambas se desarrollaran de forma
independiente. Esto se evidencia en algún hallazgo excepcional en el norte de
África, como ocurre en Libia, donde se ha documentado la momificación de un
niño, que presenta evisceración de la cavidad torácica abdominal e inserción en
el cuerpo de elementos vegetales, sobre el 3500 a.e. (aunque se plantea una
cronología que puede ser incluso anterior). Esta es una fecha anterior a las
prácticas de momificación en Egipto, cuando en origen era un proceso realizado
de forma natural a través de la desecación de los cuerpos por el contacto de la
arena caliente del desierto. Evidentemente esto es una hipótesis basada en una
evidencia particular y deben efectuarse más investigaciones en el norte de
África para verificarla.
6.
Hemos visto que usted ha estado excavando en Egipto, el sueño de casi cualquier
arqueólogo. ¿Podría decirnos cómo ha sido esa experiencia?
La primera vez que estuve en Egipto para
unirme a una misión arqueológica fue hace unos años, en el 2010. Esto me ha
permitido tener vivencias en un país políticamente cambiante entre la situación
durante el gobierno de Mubarak, la posterior a la revolución del 2011 con la
llegada al poder de los Hermanos Musulmanes, y de nuevo la surgida a partir de
la toma del poder por parte del ejército. Egipto ha pasado de ser una potencia
turística de primer orden a una situación de inestabilidad política que ha
mermado muy considerablemente la afluencia de turistas. El resto de extranjeros
–como somos por ejemplo quienes intervenimos en misiones arqueológicas–
seguimos aportando al país esa atmósfera de internacionalidad que parece
caracterizar a Egipto sobre todo desde hace ya un par de siglos.
Cuando uno ha excavado con antelación en
yacimientos españoles, el hecho de trabajar en Egipto supone experimentar unas
circunstancias totalmente distintas y verdaderamente exóticas. La época óptima
del año para trabajar es durante el otoño-invierno, pero he llegado a trabajar
en verano, como ocurrirá en este mismo año 2015, y resulta físicamente bastante
duro debido a las altas temperaturas.
El participar en una misión en Egipto te
sumerge en un ambiente enriquecedor y cada campaña supone desde mi perspectiva
personal una auténtica experiencia vital. En la misión (o en la relación entre
diferentes misiones extranjeras) sueles verte imbuido en un entorno
internacional de personas que hablan diferentes lenguas que puedes aprovechar
para practicar, entre ellas evidentemente el árabe. La dinámica del trabajo de
grupo en el yacimiento es uno de los aspectos más interesantes, sobre todo para
quien llega por primera vez. En una versión simplificada se puede decir que las
misiones arqueológicas dividen a su personal según el trabajo de cada uno: el rais, que es el encargado de organizar a
los obreros egipcios, los cuales también poseen una jerarquía perfectamente
establecida según su labor desempeñada. Junto a estos pero diferenciados se
ubican los conservadores, o especialistas como el restaurador de la cerámica o
quien aprovisiona de agua a los trabajadores del yacimiento. Todos ellos
constituyen la base esencial del trabajo. Adicionalmente hay ya otros especialistas
más comúnmente conocidos: arqueólogos, ceramólogos, epigrafistas, geógrafos,
arquitectos, restauradores… coordinados por el director de la excavación. Y siempre
junto al equipo hay presente un miembro del Servicio de Antigüedades como
representante del estado egipcio.
El día de descanso de la semana en la
excavación es el viernes, día sagrado para los musulmanes, en el que
aprovechamos para visitar la multitud de complejos de templos y las tumbas de
las que dispone la ciudad (en mi caso, Luxor) u otra localidad vecina. Y
seguramente una de las cuestiones más atractivas es la convivencia con los
egipcios, tanto en la excavación como en la vida cotidiana. Desde compartir un
té egipcio en la casa de un buen amigo, a un taxi comunal o un ferri con gente
que no conoces pero que siempre te tratan con una extremada amabilidad, a ir al
supermercado o a la panadería, hasta aceptar la invitación a un festín de una
boda típica egipcia o a asistir a una espectacular carrera de caballos. Todas
ellas son experiencias que hacen que cada año la campaña arqueológica –al
margen de los hallazgos y resultados obtenidos en esta– sea inolvidable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario