José Farrujia de la Rosa
es uno de los arqueólogos e investigadores que en los últimos tiempos ha
revolucionado el mundo de la arqueología canaria. Su trabajo intelectual se ha
especializado sobre todo en el estudio de la Historia de la investigación arqueológica
en Canarias, es decir, en el estudio de cómo los historiadores y arqueólogos
han tratado al indígena de nuestro archipiélago, y de la visión que otros
pueblos y culturas han tenido sobre la antigua sociedad canaria. Según nuestro
autor, esta visión nunca ha sido muy neutral y siempre ha estado ligada al
poder establecido. De
hecho, lo que reclama Farrujia es una Historia que mueva al activismo y
que tenga un claro compromiso social, que tenga entre sus objetivos
básicos la socialización del conocimiento.
1. Nos ha llamado mucho la atención que un tema tan interesante como el
que plantea en su libro, Una arqueología de los márgenes, haya sido
publicado por una editorial extranjera y en otro idioma. ¿Por qué no una
editorial canaria?
Actualmente
estamos trabajando para que la edición en español sea una realidad. Por lo que
respecta al por qué de una primera edición en inglés, siempre he tenido claro
que nuestra arqueología trasciende más allá de nuestra escala meramente
regional. Así lo pude comprobar en el año 2005, cuando se publicó en Oxford mi
libro “Imperialist archaeology in the Canary Islands”, y así lo he vuelto a
corroborar en el año 2013, con la publicación en Nueva York de “An archaeology
of the margins”.
En relación
con este último libro, creo que debemos valorar positivamente el hecho de que el
patrimonio arqueológico canario forme parte de una colección editorial publicada
en colaboración con ICAHM, el comité internacional para la gestión del
patrimonio arqueológico, que es una rama científica de la UNESCO. No sólo porque
se inserta nuestra arqueología en un contexto internacional, con lo que ello
implica, sino además, porque en el libro se analizan cuáles son los valores y
también los problemas de fondo relacionados con la gestión de nuestro patrimonio
arqueológico en comparación con los de otros ámbitos.
Un hecho que
interesa a los arqueólogos norteamericanos reside en que nuestra arqueología
comparte muchas de las características y problemas de las denominadas
‘arqueologías indígenas’ que se desarrollan en contextos como Alaska o incluso
Canadá. Asimismo, nuestra arqueología comparte también dos características
fundamentales con otras arqueologías, a escala mundial: el predominio del
historicismo cultural como modelo teórico y el uso de la arqueología con fines
políticos de corte nacionalista. Estos factores, la propia herencia colonial y
la escasa renovación teórica de la arqueología canaria, explican por qué el
discurso colonial aún está presente en la arqueología y en la gestión del patrimonio
guanche y por qué el patrimonio indígena está infra representado en comparación
con el de la etapa colonial, al igual que sucede también en Norteamérica.
Procesos históricos similares propician la existencia de modelos de gestión
afines.
2. Vd. ha investigado la relación entre la arqueología y el poder a lo
largo de la historia, y cómo esto ha influenciado en la visión que tenemos
sobre los indígenas de Canarias. ¿Cuál es el estado actual? ¿Sigue habiendo
influencias por parte del poder político? ¿De qué manera se manifiesta?.
Dar respuesta a esta pregunta es harto complejo en función del tiempo y del
espacio del que disponemos para esta entrevista. De hecho, en la respuesta a
esta pregunta está una de las premisas centrales de mi último libro, “Ab initio”
(2014). Pero básicamente, lo que se pone de manifiesto en Canarias, entre el
siglo XIV y el XXI es, precisamente, cómo los escenarios de la política, de la
sociedad, de la economía y de la cultura condicionan los modos y formas en que
los historiadores y arqueólogos se “apropian” de sus distintos pasados. Es
decir, las grandes etapas que han marcado los cambios en la imagen de los
indígenas canarios y de la
Prehistoria, han estado condicionadas por los contextos
políticos, económicos, sociales y culturales que han influenciado, a su vez,
los paradigmas científicos e ideológicos.
En la actualidad, existen enormes diferencias entre unas islas y otras desde
el punto de vista de la investigación y de la gestión del patrimonio
arqueológico. Es decir, nuestra realidad geográfica, el carácter
archipielágico, ha contribuido a separar las posturas, a disgregar posiciones.
Pero obviamente, atribuir únicamente esta falta de consenso científico a la
fragmentación del territorio canario sería absurdo y minimalista. Influyen
otras variables, tales como la pervivencia de los discursos hegemónicos, de las
posturas más conservadoras, etc.
Pero
resumiendo, puede afirmarse que a raíz de la entrada en vigor del Estatuto de
Autonomía de Canarias y de la transferencia de competencias en materia
patrimonial, se ha balcanizado la arqueología de las Islas Canarias. Para
muchos investigadores cada isla fue poblada por un grupo étnico definido. Cada
Cabildo quiere definir a su indígena. Vivimos ahora en la “era” de las culturas
insulares. Siete islas, siete prehistorias.
3. Últimamente, en la prensa se ha vuelto a hablar sobre los hallazgos
“romanos” de la isla de Lobos. Parece ser que los materiales han sido datados
entre el siglo I a. C. y el siglo I d. C., momento en el que los monarcas
mauritanos como Juba II y su hijo Ptolomeo I gobiernan en el noroeste de
África. Sabemos por Plinio que Juba manda una expedición a Canarias, al mismo
tiempo en el que el reino de la Mauretania se encuentra en un agresivo proceso
de romanización; ejemplo de ello son los edificios públicos de ciudades como
Iol-Caesarea y Volubilis. Teniendo en cuenta estos factores ¿Por qué se plantea
desde un principio que se trata de yacimientos romanos y no se plantea la
relación que puede haber con la expedición de Juba y la explotación de la
púrpura, cuando las mismas fuentes clásicas nos lo atestiguan? ¿Qué opina usted
al respecto?.
En el caso del yacimiento de
la isla de Lobos, debemos esperar hasta que se publiquen los resultados de las
excavaciones. No obstante, sí que es cierto que en los últimos años,
determinados grupos de investigadores han apostado por una concepción
“elitista”, “occidental”, “mediterránea” de nuestra Prehistoria. La presencia
de material romano en Canarias (ánforas, vidrio...) es un hecho hoy en día
incuestionable. Así lo han puesto de manifiesto los hallazgos subacuáticos en
aguas Canarias o las excavaciones en yacimientos como El Bebedero. ¿Pero
quiénes son los responsables de la presencia de este material en las islas?
Obviamente, los romanos no. Todo apunta, en función del conocimiento científico
actual, a que fueron las propias sociedades imazighen las que, tras su contacto
con el África Romana, asimilaron algunos elementos de la cultura romana,
introduciéndolos luego en nuestras islas. Asimismo, tampoco deberíamos
descartar la existencia de intercambios comerciales entre las sociedades
indígenas canarias y gentes romanizadas procedentes del norte de África. Por
este motivo, precisamente, la representatividad del material romano en los
yacimientos, en comparación con el material de factura indígena, es muy
pequeña. Es decir, hay muy pocos materiales romanos, frente al predominio de
los materiales indígenas. Por tanto, el contacto existió pero no fue lo
suficientemente intenso ni continuado en el tiempo como para generar una
romanización de las islas, con presencia en el registro arqueológico de otros
elementos como templos romanos, calzadas, acueductos, anfiteatros, etc., como
sí sucedió en el Norte de África y en otros ámbitos del Imperio romano.
Por tanto, habrá que esperar
para ver qué nos depara el yacimiento de Lobos, que obviamente, no va a trastocar
radicalmente las bases de la arqueología indígena. Básicamente porque el mundo
indígena abarca un período de poco más de dos mil años, y el asentamiento de
Lobos parece haber tenido una existencia efímera, de unas dos centurias. Habrá
que valorar qué trascendencia tuvo para los habitantes de las islas este
enclave.
4. Leyendo sus trabajos, nos llama la atención cómo denomina usted a
los antiguos canarios con el término de indígenas. ¿Por qué no aborigen?
El lenguaje histórico no es
inocente. Los conceptos los acuñan corrientes historiográficas determinadas y,
por ello, poseen una carga ideológica. Con el término aborigen se hace
referencia a las poblaciones que están en un lugar desde los orígenes, que son
originarios del suelo en que viven. Por tanto, si tenemos presente que los
primeros pobladores de Canarias proceden del norte de África, no pueden ser
catalogados como aborígenes una vez asentados en las islas. Tales poblaciones
fueron aborígenes en su punto de origen africano, pero no en Canarias.
En segundo lugar, con el
término aborigen se designa a los que son originarios de un país o territorio,
por oposición a los que se han establecido posteriormente. Por consiguiente,
los primeros pobladores de Canarias fueron oriundos (del latín oriri unde,
traer origen de alguna parte) del norte de África, y sus descendientes serían
indígenas (del latín inde geniti, engendrados allí) canarios.
Y en tercer lugar, no
debemos perder de vista que el término aborigen tiene un carácter peyorativo,
discriminatorio, pues mantiene presente el discurso neocolonial y las
relaciones sociales de dependencia económica, social, política y cultural de
los conquistados en relación con los conquistadores. El término, además, está
asociado con seres que aún no han llegado al estadio de la "civilización"
e implica la infravaloración de la identidad e historia de sociedades a las que
se considera diferentes e inferiores.
Por consiguiente, el término
indígena es, etimológicamente, el más correcto y menos discriminatorio para
definir a los antiguos pobladores de Canarias, pues con él se hace referencia a
las personas nacidas en un lugar, independientemente del momento cronológico en
que esto acontece, pero en el caso canario dentro del marco temporal del mundo
indígena (s. X a.n.e. – XIV d.n.e.). El término indígena tiene un carácter
descriptivo-objetivo y es, a la vez, una categoría etimológica y semánticamente
correcta.
5. Su libro “Ab initio” presenta interesantes aspectos sobre una nueva
visión de la arqueología e historia de Canarias. ¿Crees que el mundo de la
investigación en la actualidad va por el buen camino?
En “Ab initio” se refleja, con todo lujo de detalles, cómo el indígena
canario ha sido percibido a través del filtro de producción de un conocimiento
científico lastrado por las prácticas coloniales. En pleno siglo XXI, esta
premisa sigue siendo una realidad. Paralelamente, se echa en falta mayor
colaboración con especialistas europeos. Y sobre todo, con los especialistas
norteafricanos, con los grandes conocedores del mundo amazigh. Pero es cierto
que en campos como la bioantropología, la carpología, la ictiología o la
arqueología espacial, se han dado pasos en firme, generándose importante
conocimiento científico al respecto. Una de las asignaturas pendientes, creo,
sigue siendo la lingüística, el estudio y transcripción de las inscripciones
líbico-bereberes, a pesar de que ya hay algunos trabajos interesantes al
respecto.
6. Como seguidores suyos por las redes sociales hemos podido observar
su posicionamiento con respecto a lo que se quiere hacer en la montaña de
Tindaya. ¿Qué importancia tiene este Monumento Natural para la isla de
Fuerteventura? ¿Qué se puede hacer desde la sociedad civil para frenar este
atentado patrimonial?
La Montaña de Tindaya es un
Monumento Natural y un Bien de Interés Cultural. Es decir, sólo por esto, ya no
se debería intervenir en ella, legalmente no se puede vaciar para albergar el
proyecto escultórico de Eduardo Chillida en su interior. Este proyecto es un
claro ejemplo de atentado medioambiental y patrimonial. La Montaña alberga uno
de los yacimientos arqueológicos más importantes de Canarias y el referido
proyecto pone en serio peligro su integridad.
Desde hace ya varios años
son muchos los colectivos, plataformas, ecologistas, científicos y gente de a
pie que venimos protestando contra el proyecto de Chillida en Tindaya. En este
sentido, la campaña de petición de firmas que he abierto en Change.org (www.changeorg/tindayanosetoca) canaliza
un sentimiento colectivo que ya está patente desde hace años. Ya hemos superado
las 25.000 adhesiones y seguiremos haciendo lo posible para que se respete
Tindaya. Nuestros hijos, nuestros nietos, tienen derecho a conocer este enclave
tal cual lo hemos heredado, siendo conscientes de cuáles son sus auténticos
valores.
La sociedad civil, para contribuir
a parar este atentado, debe ser activista, todos debemos ser activistas. Los
investigadores debemos tener un compromiso social, garantizar no sólo la
socialización del conocimiento que generamos, sino sobre todo, actuar en casos
como este para que el patrimonio que estudiamos se preserve en el mejor estado
posible. Por eso, ahora y siempre, ¡Tindaya no se toca!
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